
Cuando el hacer no está conectado al ser, aparecen señales: cansancio, insatisfacción, ansiedad, relaciones tóxicas, carreras con títulos que “se ven bien” desde fuera, pero que por dentro nos apagan
Por Adriana Reid
Algunas de nosotras crecimos en un paradigma que premiaba el rendimiento, el sacrificio y la productividad por encima de cualquier otra cosa. Nos enseñaron —implícitamente—, y aprendimos que nuestro valor estaba directamente relacionado con lo que lográbamos hacer: la lista de tareas cumplidas, los títulos obtenidos, el reconocimiento externo. Y en esa carrera hacia el hacer constante, nos fuimos desconectando de quienes somos en realidad.
Creímos que el amor, la validación y el reconocimiento estaban en lo que hacíamos. Y muchas aprendimos a medirnos —y a pesarnos— con esa vara.
El paradigma tradicional separa dos dimensiones de nuestra naturaleza humana que en realidad son inseparables: el ser —lo que somos, sentimos, intuimos, creemos— y el hacer —lo que ejecutamos, producimos, entregamos al mundo.
Cuando el hacer no está conectado al ser, aparecen señales: cansancio, insatisfacción, ansiedad, relaciones tóxicas, carreras con títulos que “se ven bien” desde fuera, pero que por dentro nos apagan.
¿Qué significa entonces integrar el ser al hacer?
Significa permitir que lo que hacemos en el mundo —profesional, familiar o social— tenga sus raíces en nuestro sentido de ser persona, en quienes somos auténticamente. No desde una etiqueta, sino desde un lugar de autoescucha, honestidad y coherencia interna.
Significa que nuestras metas no sean solo estratégicas, sino también significativas. Que nuestras decisiones no respondan a la presión externa, sino desde nuestra brújula interna. Lo que está bien para nosotras, y eso implica un proceso de autodescubrimiento honesto, sin filtros ni juicios. Explorar quién soy más allá de mis roles, mis títulos, mis logros o mi historia. ¿Qué me mueve? ¿Qué necesito realmente? ¿Qué partes de mí he dejado atrás por complacer o por miedo? El autodescubrimiento no es un lujo: es la base de una vida vivida desde tu verdad personal. Sin ese mapa interno, seguimos tomando decisiones desde el piloto automático, reaccionando en lugar de responder.
Integrar el ser al hacer no es dejar de ser productivas. Es redefinir la productividad desde un lugar más humano, más sostenible, más nuestro. Es pasar del “tengo que” al “quiero”.
Para tu caja de herramientas
Puedes empezar por algo que parece pequeño, pero no lo es. Responde a las siguientes preguntas con total honestidad:
- ¿Esto que hago me representa?
- ¿Qué parte de mí estoy dejando fuera para encajar?
- ¿Desde qué emoción estoy actuando últimamente?
Haz una pausa. Respira para reconectar con el cuerpo, con el silencio, con lo que sientes al leer las preguntas. Para dar lugar al ser, necesitamos espacio para escuchar.
Este camino no es lineal ni inmediato, pero es urgente. Porque integrar el ser al hacer no solo nos transforma a nosotras: transforma nuestro estilo de liderazgo, nuestra forma de acompañar y la calidad de nuestra presencia. Ante quienes amamos… y ante lo que amamos.
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Este mes, actúa desde tu ser. No desde la expectativa, el deber, tu rol, o tu agenda.