Por: David Sotelo Felix*

Muchas veces he afirmado la importancia de que, en la relación de pareja, le des su lugar y pidas y tomes el tuyo. Siempre lo he considerado uno de los aspectos clave de una exitoso y feliz noviazgo o matrimonio. Pero ¿y que con los suegros y cuñados? ¿Qué hay que hacer con respecto a las relaciones políticas de la parentela de nuestra pareja? ¿Hay un lugar que dar ahí? Definitivamente si, y es aquí donde muchos se equivocan.

Por mas que nos creamos independientes y sin necesidad de aprobación de nuestras personas y parejas, en el fondo todos anhelamos la aceptación y de ser posible el cariño y amor hacia nuestro compañero de vida. Provoca un sentimiento profundo de bienestar y armonía cuando esto se da. De alguna manera con ello sentimos que logramos agregarle a nuestra familia de origen alguien con quien pueden tener una interacción agradable y fluida. Se minimiza el desgarrador dilema de estar entre dos fuegos, entre lealtades que compiten y que hasta la guerra se declaran.

Entonces, ¿que impedirá que se logre esa buena relación con la familia de tu pareja? Si le preguntamos a un bando y a otro es muy probable que nos den motivos que van a parecer factibles y podremos, acertada o equivocadamente, encontrar víctimas y victimarios de ofensas y campañas de ambos lados. Revisemos entonces lo que podrá facilitar una mejor relación e integración de esa familia que se extiende a través de los lazos de pareja y con la que, nos guste o no, terminamos entretejidos.

Desde la posición de suegros y cuñados:

Suspende tus expectativas: Todas las familias tienen una cultura, tienen una historia y tienen sus orígenes. Esto forma no solo una identidad sino sobre todo una visión de la vida mas o menos compartida. El “deber ser” es parte de las expectativas y, ojo: ese “deber” ser no solo es parte de las familias conservadoras. Incluso en familias mas liberales y que se jactan de libres pensadores se espera que sus miembros sean, ¿adivina qué? Liberales y libres pensadores. Es por esto que, expresado o no, se espera por los miembros de la misma familia, que se siga cierto patrón, cierta manera de ser y pensar. Incluso de como lucir físicamente. Entonces ¿qué pasa cuando la hija o hermana trae a casa alguien distinto o hasta opuesto a lo que la familia espera (¿exige?) que elija como pareja? Habrá resistencia, desaprobación y quizá rechazo. Se complicará el proceso de asimilación e integración del “nuevo”. Ahora, esto no significa que como individuo o familia no se tenga derecho a ciertas preferencias, valores y principios. Deseamos lo mejor para la gente que amamos y cuanto mas si estamos hablando de nuestros hijos o hermanos. Y en toda familia hay una especie de “receta” que creemos que, si es seguida fielmente, lograremos el éxito y la felicidad. Cosas como “tienes que estudiar una carrera universitaria”, “tienes que tener éxito económico”, “debes pertenecer a nuestra religión”, etc. Preferencias a las que se tiene todo el derecho de sostener e inculcar en los hijos en sus años formativos. Es por ello que combinar armoniosamente nuestras preferencias y expectativas, forjadas laboriosamente a través de nuestras vidas y por generaciones anteriores, y simultáneamente comenzar una relación de apertura y confianza con el producto de otra familia, con otros antecedentes, visión y forma de ser y pensar puede resultar sumamente complicado. Suspender tus expectativas no significa borrarlas o negarlas. Mas bien significa que, aunque si te preguntan cuales son las afirmaras, no significa que las trataras de forzar o imponer a tus hijos, hermanos o sus parejas. Es momento de hacer el mejor intento por comprender, mas que juzgar, la elección de tu hijo(a) o hermano(a), así como comprender y encontrar la voluntad por llevar una cordial relación con tu cuñado(a) y que, si ambos lo permiten, podrá pasar a cálida y amorosa. Encontrar el equilibrio entre dejar ser y dejarte ser a ti mismo(a). Que nadie se vea obligado a una asimilación tal que se anule o pierda en la complacencia. Con un poco de suerte, podrán aprender algo nuevo y bueno unos de otros y hasta servir de inspiración para cambios positivos. Con la prolongada convivencia quizá descubras que eligió bien, que si sabia lo que estaba haciendo cuando escogió su pareja y que mucho bien y felicidad le ha traído a su vida. Por otro lado, y en el peor de los casos, podrá pasar el tiempo y solo confirmar que se equivoco en su elección, que lamentablemente sufre con su pareja, pero, ¿sabes? Es su derecho incluso equivocarse y permanecer en una situación que no le hace bien. Por supuesto, habla con el/ella, pero al final del día tomara sus propias decisiones.

Desde la posición de yerno/nuera:

“Cuando en Roma, haz como los romanos” dice el viejo dicho, y este puede ser un buen punto de partida para entender la actitud inteligente y apropiada a asumir con la familia política. A final de cuentas estas entrando a territorio desconocido mas no necesariamente enemigo. Con la familia de tu pareja tu eres el extraño, con algunas ideas y costumbres que les podrán resultar raras, cómicas, desagradables o hasta inaceptables.  Te reciban con reserva o con los brazos abiertos no importa, date el tiempo de escuchar y observar. Conoce como corre el agua. No llegues demasiado protagónico ni mucho menos impositivo o controlador. Se adaptable, respetuoso y cordial. Cuida sobre todo no llegar con la expectativa de que tus suegros y cuñados tienen que ofrecerte todo tipo de atenciones y un lugar estelar en SU terreno. Muestra genuino interés por saber de sus vidas y aspiraciones. Podrás aprender mucho de tu pareja a través de ellos, pues de ellos viene. Y no cometas el gravísimo error de pensar que no influyen en tu pareja. Tampoco caigas en la común equivocación de que “te casas con el/ella y no con su familia”. Es de entenderse que si le das a cada quien el lugar que les corresponde, será mas fácil y hasta cierto punto se sentirán obligados a corresponder. Encuentra y reconoce las bondades y atributos de la familia de tu pareja. Quiérela, y si no puedes, pregúntate seriamente si ahí puedes continuar. Porque si desprecias y rechazas la familia de tu pareja, la estas despreciando y rechazando a ella, y eso a la larga hace mucho daño. Mas si hay hijos.

Todos entonces debemos trabajar con nuestras tendencias egocéntricas, narcisistas, con nuestros prejuicios y cerrazón de mente. Cuando un grupo crece, cambia. No hay vuelta de hoja. Nosotros, todos, padres, hijos y parejas decidimos si es para bien o para mal.

*El autor es psicoterapeuta de parejas en su consulta privada. Citas al 664 331 1070.

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