Por Elisa Ibáñez

Últimamente se habla mucho de la inclusión y de la diversidad en todos los ámbitos, y en el tema laboral y organizacional no es la excepción, se ha demostrado que la diversidad es esencial para lograr el crecimiento y desarrollo orgánico de cualquier negocio y garantizar su buena marcha. Si a la empresa le va bien, a los empleados les va bien recíprocamente. 

Durante mi práctica profesional asesorando empresas, he constatado que el capital humano es el activo más importante en cualquier emprendimiento, toda empresa de cualquier tamaño o giro requiere colaboradores responsables, con buena actitud y comprometidos con los objetivos de la organización y es primordial erradicar todo tipo de discriminación que afecte el proceso de reclutamiento de candidatos idóneos. Aunque para realizar las distintas tareas que requiere una empresa nos apoyemos cada vez más con el uso de tecnologías, y hasta con inteligencia artificial, yo soy de los que creo en que el factor humano siempre será irremplazable en las organizaciones.  

Por ello, la inclusión es una práctica necesaria para que las personas que colaboran a cumplir los fines de una empresa se sientan aceptadas como parte integral de ella.

Pero más que una práctica, la inclusión implica la adopción de una cultura libre de prejuicios y suposiciones, con apertura para crear espacios de pertenencia, donde todos quepan y se sientan bienvenidos.

Todos los miembros de la organización debemos educarnos en la diversidad y eliminar actitudes discriminatorias que vayan en contra de los objetivos de la empresa. Además, es necesario se implementen y actualicen políticas de inclusión en los espacios de trabajo, por supuesto de acuerdo a sus necesidades, pero en general evitando prácticas que nos estorben en la tarea de atraer y retener el talento humano necesario.

La inclusión, una forma de pensar

Para mí, la inclusión es mucho más que una moda, es una manera de pensar. Ser incluyente va mucho más allá del uso de palabras que no existen, en mi opinión. Significa la apertura para incluir en el tejido productivo de una empresa a personas que puedan desempeñarse, sin estereotipos.

Por poner algunos ejemplos, significa contratar a adultos que rebasen el límite de edad que se pensaba era la idónea para una posición, o contratar y ascender a hombres y mujeres por igual, por sus méritos profesionales y no por cumplir cuotas de género. Otro buen ejemplo de inclusión laboral que se da mucho en nuestra frontera de Tijuana es el contratar personas en movilidad y apoyarles en sus trámites migratorios, en muchos de los casos con excelentes resultados.

Todas las personas leales y trabajadoras merecen igualdad de oportunidades de desarrollo en las empresas y, por supuesto, las empresas merecen buenos trabajadores que valoren esas oportunidades y les ayuden a crecer.

La autora es contadora pública certificada, especialista en Capital Humano.

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