La ocasión podrá servirte para hacer una tranquila reflexión, una revisión de tus sentimientos hacia tu pareja (o la falta de la misma) y actuar en natural consecuencia. No porque “tienes que” sino porque auténticamente quieres

 

Por David Sotelo Félix

 

De entrada, déjame aclarar que celebrar el amor no tiene nada de malo. ¿Cómo no sentir el impulso de festejar algo tan central a nuestras vidas como lo es el amor? ¿Algo que en muchos sentidos nos da propósito y una razón para levantarnos cada mañana? No, el problema no es el sentir, dar o recibir afecto. Las cosas se complican cuando depositamos todos nuestros huevos emocionales en esa canasta llamada amor, o peor aún, en esa canasta con el nombre y apellido de otro mortal al que tú has puesto al centro de tu existencia.

Es verdad que las dos decisiones más importantes de nuestra vida son a qué te dedicas y con quién te casas, pero estas elecciones vienen de una persona, hombre o mujer, que si primero no se pone de acuerdo consigo misma sobre lo que auténticamente le resulta conveniente, placentero y estimulante, difícilmente encontrará una profunda felicidad en su estilo de vida. Si se da, será un tanto fortuito, como el proverbial burro que toca jazz latino con su flauta.

 

Quiénes somos y qué queremos

Es por eso que, antes de equiparar el amor romántico con la felicidad, y con ello convertir su consecución en el fin de la vida misma, en la solución u origen a todos los males, tendríamos que estar seguros a buen grado quiénes somos y qué queremos de esta existencia, independientemente de quién nos acompañe en nuestro camino.

Ya sé que de inicio este planteamiento podrá parecer más filosófico que práctico, pero te aseguro que sus consecuencias son profundamente concretas en el diario vivir y, por lo mismo, determinan nada menos que la calidad emocional de tu vida. ¿Por qué? Porque al haberte aclarado en buena medida quién eres, qué quieres y qué te hace feliz como individuo lo que prosigue es salir al mundo a conseguirlo.

Centrarte en tu proyecto, mientras que a la vez desarrollas hábitos y actividades que te generan bienestar en lo cotidiano. Estamos hablando del diseño de un estilo de vida grato y con sentido personal. Donde hay convivencia e interacción laboral, de amistad, familiar, social, etc., donde las fuentes de gratificación son variadas y diversas, no dependiendo de solo una.

Así como los asesores financieros hablan de diversificar tus fuentes de ingreso para no depender de una sola que en caso de secarse nos dejaría en serios problemas económicos, igual las fuentes emocionales en nuestras vidas conviene tenerlas un tanto amplias y diversas. Cinco amigos son mejor que uno, tres actividades recreativas más diversas que una (o ninguna), y así.

 

Busca tu felicidad

Vivir de esta manera te lleva a sentirte generalmente contento y satisfecho con tu vida. Que te guste lo que has hecho con ella y que eso te motive a protegerla incluso de tu pareja si es necesario. De cualquier manera, tendrás clara una cosa muy importante: que tú te das y te has creado en gran medida tu felicidad. Sin quitarle ningún mérito a lo que ha contribuido tu pareja, le das su lugar y le agradeces lo que por ti ha hecho. Pero a la vez, sabes que es compañía complementaria, es con quien compartes tu felicidad, no quien la genera.

El punto aquí es ¿Cómo llegas al encuentro del ser amado en San Valentín (o cualquier otro día)? ¿Llegas hambriento de atención y afecto al grado de aceptar cualquier migaja y agradecer hasta el maltrato que te dirige? ¿Llegas exigente y demandante de “detalles”, de “pruebas de amor” para, entre otras cosas, poderlas presumir en redes sociales y ganar la competencia de la más amada y deseada? ¿O no teniendo pareja actualmente llegas desolado, deprimido, convencido que eres “infeliz” porque te falta tu “media naranja”? ¿O eres de los negadores de la importancia de la vida y experiencia en pareja, asumiendo actitudes de completa autosuficiencia emocional, descalificando y rehuyendo al noviazgo y matrimonio?

 

No te dejes influir 

Sí, lo último en lo que debes de pensar es en el día de San Valentín y dejarte influir por la presión publicitaria que te dicta lo que “debes” sentir y hacer solo porque el calendario indica que la fecha es una vez más el 14 de febrero.

En todo caso, la ocasión podrá servirte para hacer una tranquila reflexión, una revisión de tus sentimientos hacia tu pareja (o la falta de la misma) y actuar en natural consecuencia. No porque “tienes que” sino porque auténticamente quieres. Incluso podría suceder que la fecha les pasa desapercibida, para horror de florerías y restaurantes, pero sin detrimento a la calidad de la relación. Es naturaleza humana no tener consciente lo afortunado que somos en el amor y en todo lo demás. Es por todo lo anterior que no te deseo un feliz día de San Valentín. Les deseo que se forjen una feliz relación de pareja.

 

*El autor es psicoterapeuta de adultos y parejas.
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