
“Dentro de ti hay un potencial esperando ser activado. Pero primero, tienes que creer que puedes.
No estás solo, y si te cuesta hacerlo solo, no pasa nada. Buscar apoyo no es signo de debilidad, sino de valentía”.
Por Alba Rodríguez Gil
En el ritmo acelerado de la vida moderna, es fácil perder de vista nuestra esencia. Nos adaptamos a entornos que no nos representan, aceptamos roles que no nos hacen justicia, y caminamos con las alas plegadas, como si hubiéramos olvidado que nacimos para volar.
Hoy quiero compartirte una historia que, aunque breve, es profundamente simbólica. Una fábula que nos recuerda quiénes somos en realidad.
La fábula del águila y los pavos
Un día, un campesino encontró un aguilucho que había caído de su nido. Con buen corazón, pero sin saber qué hacer, lo llevó a su granja y lo puso en el gallinero junto a sus pavos y gallinas. El aguilucho, criado entre ellos, adoptó sus hábitos: picoteaba el suelo, comía maíz y nunca intentaba volar.
Pasaron los años, y ese aguilucho se convirtió en un ave majestuosa, pero seguía actuando como un pavo. Nunca levantó el vuelo. No porque no pudiera… sino porque no sabía quién era.
Un día, un naturalista que pasaba por la granja vio al ave y, sorprendido, le dijo al campesino:
—Esa no es una pava, es un águila. La reina de los cielos. No debería estar aquí, en el suelo.
El campesino respondió:
—Puede que lo sea, pero se ha criado como un pavo. Nunca volará.
El naturalista, movido por la escena, decidió intentarlo. Tomó al águila, la alzó hacia el cielo y le dijo:
—Tú perteneces al cielo, no al suelo. ¡Eres un águila, vuela!
Pero el águila, confundida, miró hacia abajo… y volvió a saltar al suelo.
El naturalista no se rindió. Día tras día, la llevó a la cima de una montaña. Le hablaba, la animaba, le recordaba su verdadera identidad. Hasta que, finalmente, una mañana, con el sol en lo alto y el viento tocando sus alas, le dijo una vez más:
—Eres un águila. Abre tus alas… y vuela.
Y esta vez, lo hizo. Dudó al principio, pero alzó la mirada, sintió el viento, y finalmente, voló.
Esta historia nos invita a una reflexión profunda: ¿cuántas veces hemos vivido como el águila entre los pavos? ¿Cuántas veces hemos aceptado límites impuestos por otros —o por nosotros mismos— y hemos renunciado a nuestra grandeza?
Tal vez has sentido dentro de ti un deseo fuerte, un anhelo profundo… pero lo has callado. Tal vez por miedo a fallar. Tal vez porque pensaste que ya era tarde o porque simplemente olvidaste quién eres.
Nos acostumbramos a lo pequeño, a lo seguro, a lo que no incomoda. Y así, vamos dejando de soñar, dejamos de volar.
No eres un error, tu vida tiene propósito
Quiero que recuerdes algo esencial: tú no estás aquí por casualidad. Dios pensó en ti por eso existes. Tu vida tiene un sentido. Incluso si hoy no lo ves, incluso, si estás atravesando un momento difícil, eso no borra tu valor.
A veces solo necesitamos una palabra, una historia o, incluso, un momento de silencio para volver a conectar con nuestra esencia. Como el águila, solo necesitas recordar: no fuiste creado para el suelo, tú perteneces al cielo.
¿Qué deberías dejar de creer?
Para volar, primero tienes que soltar lo que pesa. Tal vez sea hora de dejar atrás esas creencias que limitan tu alma:
- Que necesitas la aprobación de todos.
- Que tus sueños no son importantes.
- Que no puedes cambiar tu vida.
- Que no eres suficiente.
Estas ideas no son verdades, son creencias aprendidas… y puedes desaprenderlas.
Preguntas que despiertan el alma
Haz una pausa, respira y reflexiona:
- ¿En qué momento dejaste de creer en tu grandeza?
- ¿Qué pasaría si volvieras a confiar en ti hoy?
- ¿Qué sueños has postergado por miedo?
- ¿Estás viviendo desde tu esencia… o desde las expectativas de otros?
- Si supieras que no puedes fallar, ¿qué harías mañana?
Dentro de ti hay un potencial esperando ser activado. Pero primero, tienes que creer que puedes.
No estás solo, y si te cuesta hacerlo solo, no pasa nada. Buscar apoyo no es signo de debilidad, sino de valentía. Psicólogos, coaches, mentores… pueden ayudarte a recordar quién eres y a reencontrarte con tu propósito.
Incluso en la oscuridad, hay luz. Incluso, si hoy no entiendes el porqué de tus circunstancias, hay un “para qué” que se revelará con el tiempo.
Recuerda: fuiste creado para volar.
No olvides tu esencia. Recuerda tu grandeza, abre tus alas y ¡vuela!
La autora es psicóloga y life coach.
Instagram: @coachalbarodriguez