
Aceptar lo que es, no es una meta, es una práctica, una forma de estar en el mundo más alineada, más honesta y más compasiva con uno mismo y con los demás.
Por Alba Rodríguez Gil
Hoy en día, vivimos inmersos en una cultura que nos empuja a querer controlar cada detalle de nuestra vida, como si de eso dependiera nuestra tranquilidad, nuestro valor y éxito. Nos enseñan que tener todo planificado, anticipado y bajo control es sinónimo de seguridad. Y así, sin darnos cuenta, caemos en una exigencia constante que termina por agotarnos.
Cuanto más intentamos controlar, más ansiedad sentimos. Más frustración aparece cuando las cosas no salen como esperábamos. Es como si estuviéramos en una lucha silenciosa —pero permanente— contra la realidad. Y esa pelea, inevitablemente, la perdemos. Porque la realidad simplemente es: no pide permiso, no consulta nuestras preferencias, no se ajusta a lo que “debería” ser.
En mi trabajo, observo una y otra vez cómo una de las raíces más profundas del sufrimiento no está en lo que sucede, sino en lo que las personas creen que debería estar sucediendo, en ese esfuerzo desgastante por forzar lo incontrolable, en esa necesidad de que el otro cambie, que las cosas sean distintas, que el mundo funcione como nosotros creemos que debería hacerlo.
Queremos que nuestra pareja sea más paciente o más detallista, que nuestro jefe nos valore más, que nos inviten a esa fiesta, que el diagnóstico médico no sea el que es, o que un ser querido no esté atravesando una enfermedad. Pero cuando no ocurre así, sufrimos; no por el hecho en sí, sino por nuestra resistencia a aceptarlo.
Cuando te peleas con la realidad
La autora Byron Katie lo expresa de esta forma: “Cuando te peleas con la realidad, pierdes. Pero solo el 100% de las veces”. Esta frase, tan contundente como transformadora, marcó un antes y un después en mi vida personal y profesional.
Aceptar la realidad no significa rendirse o conformarse, sino dejar de desgastarnos en batallas perdidas. Significa vivir con más ligereza, más claridad y, sobre todo, más paz. Porque cuando dejamos de luchar contra lo que es, podemos empezar a enfocarnos en lo que sí podemos transformar: nuestra perspectiva, nuestras decisiones y nuestra manera de responder ante la vida.
Byron Katie habla de tres ámbitos claros:
El mío: lo que pienso, siento, hago, decido.
El de los otros: lo que piensan, sienten, hacen y deciden los demás.
El de Dios/la realidad: lo que simplemente es —la vida tal como se presenta.
La mayoría de nuestros conflictos emocionales provienen de estar metidos donde no nos corresponde: queriendo cambiar al otro, controlando resultados, exigiendo que el mundo se comporte según nuestras expectativas. Y así, sin darnos cuenta, nos desconectamos de nuestro verdadero poder: el que sí está en nuestras manos.
Una invitación a soltar el control
Aceptar lo que es, no es una meta, es una práctica, una forma de estar en el mundo más alineada, más honesta y más compasiva con uno mismo y con los demás.
Te invito a observar con honestidad: ¿Dónde estás queriendo forzar algo que no está en tus manos? ¿A qué realidad te estás resistiendo hoy? ¿Qué pasaría si, solo por un momento, dejaras de pelear con lo que es?
No se trata de resignarse, sino de cambiar la forma en que nos relacionamos con la vida. Cuando soltamos el deseo de controlar lo incontrolable, recuperamos energía, claridad y libertad.
Haz una pausa, respira, y empieza hoy con un pequeño paso: acepta algo tal como es, sin juicio. Solo obsérvalo, ese es el primer acto de amor propio y de libertad.
Hoy, te invito a vivir aceptando lo que es, a soltar la necesidad de controlarlo todo, a fluir con la vida en lugar de resistirla. Quédate en tu paz, reposa en ella porque desde ese lugar de calma y aceptación, puedes recordar quién eres realmente: completa, sabia y capaz.
Y si te cuesta soltar, recuerda que no tienes que hacerlo sola. También puedes entregar ese control a Dios, confiar en que hay un orden más grande sosteniéndolo todo, incluso cuando no lo entiendes.
Porque es justo en medio de las situaciones que vivimos —incluso las que no elegimos—, las más reales, más humanas, más imperfectas, donde tu grandeza se despierta… donde tu luz empieza a brillar.
La autora es psicóloga y life coach.
coachalbarodriguez@gmail.com
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