“Vivir la Navidad en presencia es elegir soltar los juicios y las expectativas, aquietar la mente y abrir el corazón”
Por Alba Rodriguez Gil
Hace unos días, mientras escribía este artículo, le hice una pregunta a mi familia: ¿qué significa para ti la Navidad? ¿Qué recuerdos vienen a tu mente cuando piensas en ella? Sus respuestas fueron tan simples como profundas: Dios, papá y mamá, la familia, regresar a casa, amigos, alegría, amor, regalos, comida, el nacimiento, el árbol, las luces, fiestas, posadas y también prisas, compromisos…
Escucharlos me hizo sonreír y reflexionar. Cada palabra era una pequeña muestra de lo que para cada uno representa esta época: amor, encuentro, tradición, pero también exigencias y, a veces, cansancio.
Y entonces pensé en hacerte la misma pregunta a ti:
¿Qué significa para ti la Navidad?
¿Qué emociones, imágenes o personas vienen a tu corazón cuando la piensas? Tal vez este sea el mejor punto de partida para redescubrir su sentido. Porque más allá de las fiestas y los compromisos, la Navidad siempre guarda una invitación silenciosa: detenernos, agradecer y volver al amor de Dios que da sentido a todo.
- Detente y respira
Vivimos tiempos en los que la prisa parece haberse convertido en una forma de medir nuestro valor. Cuanto más hacemos, más creemos que valemos. Pero cuando llega diciembre, con su ritmo acelerado de compromisos y expectativas, algo dentro de nosotros pide una pausa. En medio del ruido y las luces, la Navidad nos recuerda algo esencial: la vida sucede aquí y ahora, en los instantes cotidianos y en los momentos compartidos.
El coaching ontológico nos invita a mirar más allá del hacer y volver al ser. No somos los resultados que logramos, sino la manera en que estamos siendo en cada instante. Y cuando aprendemos a detenernos, no perdemos tiempo; encontramos paz, presencia y vida. La pausa nos permite observarnos, respirar y volver a conectar con lo que realmente importa.
El silencio interior no es inacción, sino un acto de amor propio de apertura al amor. En el silencio nace la claridad; en la presencia, la gratitud; y en la quietud, la confianza en que Dios sostiene todo.
¿Qué tanto te permites hacer una pausa en tu día?
- Reconoce el poder de vivir en el presente.
Mi trabajo me ha enseñado que la verdadera transformación no ocurre en el pasado que ya se fue ni en el futuro que aún no llega. Sucede en el presente, cuando elegimos estar conscientes, disponibles y abiertos a la vida que se expresa a través de nosotros.
Desde la ontología del lenguaje, comprendemos que no vemos las cosas como son, sino como somos. Vivir la Navidad en presencia es cambiar la mirada: dejar de enfocarnos en lo que falta y comenzar a reconocer la abundancia del ahora.
El presente es el único lugar donde podemos amar, perdonar, abrazar y agradecer. Es aquí donde Dios se hace visible: en una conversación sincera, en una sonrisa compartida, en un gesto amable, en una oración silenciosa.
Vivir el presente no significa ignorar el dolor o las ausencias, sino honrar la vida que continúa. Cada instante vivido en presencia se vuelve especial.
Ser presencia es mirar con amor y escuchar sin juicio. Cuando aprendemos a vivir en el ahora, las pequeñas cosas cobran sentido: el aroma del café, la risa de los hijos, una llamada inesperada, una puesta de sol. El alma se aquieta y comienza a reconocer a Dios en cada detalle.
¿Qué descubrirías si te detienes a observar la vida que está ocurriendo justo ahora?
El ahora como regalo
Vivir la Navidad en presencia es elegir soltar los juicios y las expectativas, aquietar la mente y abrir el corazón. Y si este año hay ausencias que duelen, honremos su memoria desde el amor, pero enfoquémonos en quienes sí están, en los abrazos que podemos dar hoy, en las voces que todavía podemos escuchar.
Porque en cada momento compartido con amor, Dios se hace presente.
Que esta Navidad te encuentres consciente, en paz y agradecida. Que recuerdes tu grandeza —esa chispa divina que habita en ti— y la compartas con quienes amas. Y que, desde ese lugar de amor y presencia, vivas unas muy felices fiestas, sabiendo que el mayor regalo no está bajo el árbol, sino en el corazón que se abre para amar, agradecer, compartir y estar plenamente presente.
¿Qué momentos deseas que tus hijos y seres queridos recuerden cuando piensen en la Navidad contigo?
Que Dios bendiga a tu familia, y que juntos disfruten una Navidad donde el amor y la presencia sean los regalos más grandes.