“Cerrar un ciclo con gratitud es una forma de sanar, de integrar lo vivido y de fortalecer nuestro compromiso con la vida que sí está pasando aquí y ahora”

Por Alba Rodriguez Gil

Hace unos días recibimos la lamentable noticia del fallecimiento repentino de un gran amigo de la familia, nuestro querido amigo Alejandro, a quien de cariño le decíamos Acha ó Achita, amigo de toda la vida y quien fue para mi esposo un verdadero hermano. En realidad, el cariño entre ellos era como el de dos hermanos, y esa amistad tan profunda y sincera se extendió a nuestros tres hijos, quienes también lo querían entrañablemente. El impacto de la noticia fue tan repentino e inesperado que nos sacudió con fuerza, sin previo aviso. Y con esta noticia, como suele ocurrir ante la muerte repentina de un ser querido que produce un dolor profundo en el alma, llegaron los pensamientos. Esos que no se anuncian, pero se hacen sentir con fuerza:

“Debería haberle dedicado más tiempo” “¿Y si hubiera estado más presente?”
“¿Por qué no lo llamé más seguido?   “Tal vez si hubiera estado ahí, todo habría sido diferente”

Recuerdo haberme sentado con mi esposo en silencio y tomando su mano, le dije: Por favor, no te dejes atrapar por esos pensamientos que intentan recordarte lo que crees que no hiciste, no dijiste o piensas que te faltó hacer. En lugar de eso, abre tu corazón y reconoce todo lo que sí hiciste, todo lo que sí expresaste, y todos los momentos compartidos con amor y presencia.  Porque detrás de más de 50 años de amistad hay una historia tejida con presencia, con momentos compartidos, con conversaciones sinceras, abrazos, viajes, silencios que no incomodaban, carcajadas profundas y reflexiones que dejaron huella. Tal vez no todo fue perfecto —porque la vida no lo es—, pero cuando elegimos enfocarnos en lo que sí hubo, en lugar de lo que creemos que faltó, algo dentro del corazón encuentra paz.

El poder de la conversación interna

En el coaching ontológico hablamos mucho del poder de la conversación interna, de cómo esa voz interior puede convertirse en juez implacable o en aliada compasiva. En momentos como este, es muy importante hacer una pausa y elegir conscientemente qué historia queremos contarnos y en donde estamos poniendo nuestra atención, no para negar la tristeza sino para no alimentar la culpa que nada construye.

Si algo de esto resuena contigo en alguna situación que estés viviendo, te invito a hacer una pausa y mirar hacia adentro. Estas preguntas pueden ayudarte a abrir una conversación contigo misma/o:

Ejercicio: mirada apreciativa

Elige una relación que hoy te ‘cueste’ o te ‘duela’, o bien una persona que ya no esté. Tómate unos minutos para escribir y responde:

  • ¿Qué elijo honrar y conservar de esa relación en mi vida hoy?
  • ¿Cuándo sí estuve presente? ¿Qué momentos valiosos compartimos que hoy puedo agradecer?
  • ¿Qué si expresé, ¿que sí le dije?
  • ¿Qué aprendí de esta persona?
  • ¿Qué puedo agradecerle hoy, incluso si ya no está?

Cerrar un ciclo con gratitud es una forma de sanar, de integrar lo vivido y de fortalecer nuestro compromiso con la vida que sí está pasando aquí y ahora.

Creo que cada uno es responsable de reconocer las lecciones que la vida nos ofrece. Gracias Achita, por recordarnos la importancia de vivir en el presente, de honrar nuestras amistades y permanecer fieles a nuestra esencia. Gracias por enseñarnos que no hay que dejar para después una llamada, un perdón, un “te quiero” o un simple “estoy aquí para ti”.

Hoy te invito a observar con gratitud lo que sí hubo, porque eso nos devuelve al presente. Y en el presente, hay amor y hay libertad.

A veces, en el dolor, es fácil enfocarnos en lo que faltó. Pero también es importante recordar que, lo que, si hay o si hubo, también merece ser visto. Y entre lo que pienso que falta o faltó y lo que sí hay, elijo la gratitud.

Porque cuando elegimos enfocarnos en lo que sí compartimos, en lo que sí dimos y recibimos, algo en el corazón se acomoda. Y desde ahí, es posible seguir, con amor y en paz.

 

 

 

Espera un momento…

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