
Lo que brilló fue una búsqueda de puntos de unión entre vino y comida, logrando el tan ansiado maridaje que dio origen hace dos décadas a este concurso.
Por Ana Laura Martínez
Me siento muy honrada por ser parte de la historia de la Noche de Cofradía, y es así como después de 20 años se ha formado una bella amistad entre los organizadores de la misma y su servidora.
En el 2004, la Noche de Cofradía se suma a las Fiestas de la vendimia de Ensenada, siendo el gran maestre Fernando Villegas, quien junto con Antonio Badán (q.e.p.d) hablan por primera vez de maridaje y en donde convocan al genio de los concursos Ignacio Crespo, especialista en concursos como el famosísimo de la paella, surgiendo así la fórmula de un concurso de maridaje entre comida y vino. Cabe mencionar a Fidel Cantú, quien fue el organizador y fundador del famoso concurso de las paellas, que hoy también es un evento grandioso.
Paso siguiente, el dr. Villegas, siguiendo el consejo de Abelardo Rodríguez sugiere invitar a Culinary, y es así como empezamos con el primer concurso de maridaje en la Noche de Cofradía, en el famoso y emblemático salón Riviera.
Feliz me sumé a una bellísima historia de maridajes que hoy ha trascendido en una amistad fuera de serie y digna de una serie de Netflix.
De esta manera tan natural, damos inicio a esta aventura de los sabores que hoy cumple 20 años, con 18 ediciones, ya que dos, como bien sabemos, la pandemia nos obligó a saltarnos y que también son parte de la historia.

El primer concurso
Recuerdo ese primer concurso, en un abarrotado espacio, con una participación entusiasta entre vino y comida, en donde para los participantes no importaba mucho entender las reglas del maridaje, sino estar presentes en la naciente escena de la culinaria de Baja California.
A 20 años de ese primer concurso, mucho ha sucedido en la cultura gastronómica de la zona a todo nivel, desde la producción de alimentos, educación culinaria, enológica, proyectos enoturísticos y una posición en el mapa de las complejas cocinas de México sumado a los cambios tecnológicos y de paradigmas. Sin duda, una muy placentera transición en donde la hermandad ha sido parte de la cohesión en esta Noche de Cofradía, a pesar de esos cambios.
Cumplimos la mayoría de edad en estos 4 lustros, muchas cosas han cambiado, hemos sido testigos de un parteaguas en la forma de alimentarnos y consumir; en este concurso, que fue una auténtica aventura, lo hemos constatado, los más de 20 jueces de todo México.
Lo que hace veinte años sorprendía, hoy ya no; por ejemplo, escuchar una reinterpretación del taco de pescado en un bao con salsa macha o un mejillón a la arrabbiata.

Experiencias singulares
Fue un grato recorrido por 44 propuestas en tiempo récord en donde si bien fueron pocos los enlaces no tan exitosos como los que sí lo fueron, me atrevo a decir que un 90% lo fue, en base a la información recabada. Lo que brilló fue una búsqueda de puntos de unión entre vino y comida, logrando el tan ansiado maridaje que dio origen hace 20 años a este concurso.
Las muestras presentadas en esta edición del concurso dan fe que en Baja California se sirven vinos y comida que ofrecen experiencias singulares, una combinación de factores históricos, geográficos, humanos que se sigue cocinando a fuego lento y que hace del placer de comer y cocinar un arte del que tuvimos la fortuna de apreciar este pasado martes 30 de julio.

En diversos artículos mencionan a los ganadores de los maridajes, pero en esta ocasión no lo voy a hacer, voy a citar a los que no ganaron frente a un concurso, pero que sí frente a un ejercicio de creatividad, de colaboración entre pares, en donde con miras amplias sí son ganadores de lo más importante: el aprendizaje para ser más competente, no más competitivo. Nos ayudan a evaluar las capacidades propias, a descubrir las debilidades, a mejorar y a aprender de los demás, a salir de la zona de confort, si esto fue lo que se llevaron todos…